Su corazón desciende entre las capas rojas del ciclo y se detiene sobre mi frente de lentas aguas submarinas. Lilith, corazón negro, ¿qué quieres?
Quiero leer tu destino como lo hacían, en otra época, los grandes enemigos de la tranquilidad humana, los desposeídos de calma, los tristes porque sabían el color de las arenas de la otra orilla.
Lilith, ¿de dónde
vienes?
Vengo de la tristeza donde tu caminas, con las sienes vendadas, con la mano derecha cercenada, con un pez detenido sobre las pupilas. Vengo del fondo de tu madre, del fondo de tu música exterminada, del fondo de tu sagrada boca extinguida, donde la ceniza late como un niño o como un pájaro.
¿Qué quieres de
mí, Lilith?
Quiero
que te olvides de la luz del día y de la luz de la noche;
quiero q11e no recuerdes la tierra, ni el mar, ni el
cielo. Quiero que entres en la caverna donde
la sangre se convierte en cristal, tan
dulce como los besos de una
doncella desnuda al infante que, por primera vez, sabe que tiene sexo.
No podré
perdonarte, Lilith. Yo nunca he sabido vivir entre lo que
los hombres llaman cosas. Los objetos me son extraños. Y, en verdad,
tú eres la más maravillosa suma de objetos.
No
digas tantas palabras inútiles. Cierra los párpados y deja que el musgo crezca
sobre tu vientre pálido. Llenaré de oro tus venas y plantaré un
árbol rosa donde sólo tienes un agujero sombrío.
Lilith, ven
hacia mí.
No puedo moverme. Ni acaso siquiera dejar que me contemples
demasiado tiempo. La máscara caería rota en tantos pedazos como
dimensiones tenga tu
pobre alma desamparada. ¿Porque tú crees el
alma?, ¿verdad?
Mi alma eres tú,
Lilith.
Yo soy
solamente la Luna negra,
la cifra que te señala a través del
desorden, el número que te hace proseguir mirando
hacia los globos azules, rojos, amarillos de los astros, cuando sin
palabras, sin voz te preguntas por el misterio de las relaciones.
Déjame
ver la forma de tu corazón. Tu corazón que hace poco descendía hacia mi quieta
frente de solitario.
Te he preguntado
si crees en el alma.
Respóndeme tú, Lilith.
Solamente quiero creer lo que la forma de tus muslos
dibuja sobre el horizonte tembloroso.
Todo está tan gris en torno nuestro. Mira, ya empiezan a
apagarse los fuegos de la lejanía.
No hay
otra alma que la que nosotros hacemos con
la cera de nuestra sangre, gris como tú dices.
Entonces,
¿por qué estamos tú y yo, aquí, quietos sobre
el filo de la desesperación, mirándonos como los muertos se
miran detrás de su muralla de vidrio destruido?
Estamos juntos
porque lo sabemos.
Dime, ¿qué debo
hacer?
Debes
permanecer en ti toda la eternidad. Piensa; yo soy eterno, y lo eres. Piensa;
mi alma existe, y existe. Piensa; Lilith me ama, y te amo.
Nunca
me había sucedido así. Me basta pensar en una nube para
que se desvanezca; creo en un aliento y ya no es
nada. Pienso en un conjunto de sonidos. Y tan
sólo el silencio de mis ojos queda quieto como una espada infinita
rodeándome de una luz lúgubre, de una
mortal desdicha, Lilith, Lilith, ayúdame.
No puedo hacer
nada por ti. Llama a tu alma.
Tú
eres mi propia alma. Te lo he dicho.
Si
yo lo fuera, peor para ti. Yo soy la Luna
negra. ¿Entrarías conmigo en
el horizonte muerto? ¿
Querrías caer conmigo
en el secreto pozo de la materia ciega?
¿Quieres que te arranque los ojos?
El
final de mi soledad es mucho más angustioso que todo
cuanto puedas decir para probarme. Nunca he deseado lo que me era
dado. Siempre viví en las murallas de la nada, convenido
en impulso hacia el vacío. Sé mía sin serlo.
Si
es cierto cuanto aseguras, has vivido en mí durante
toda tu existencia. Voy a
besarte. ¿Dónde quieres que
lo haga? ¿Sobre tus ojos? ¿En el corazón? ¿Entre tus
labios? ¿O en el fondo de tu alma que desprecias?
Bésame
en tu propio pensamiento. Estoy cansado de acercarme a la carne
caliente, de acercarme a las terribles hijas del
sarmiento; estoy cansado de mirar sus tenebrosas bocas, sus
piernas de crueles contexturas. Quiero vivir en el aire
nocturno de tu destino.
Antes
era yo quien hablaba de destino. Dije que quería leer el tuyo, como lo hacían
los grandes enemigos de la tranquilidad humana, los tristes porque
sabían el color de las arenas de
la otra orilla. Ahora eres tú quien
pronuncia la falsa palabra. Pero yo quería engañarte. No hay
destino.
¿No hay tiempo?
No. Tampoco
hay tiempo. Todo pasa, fue dicho hace
muchos años, hace muchos lugares, por un hombre que, a
veces, me recuerda a ti. Y, todo pasa, es
equivalente a todo queda. Tú mismo has existido siempre.
No.
Claro
que sí, aunque no lo sabes, por eso es para ti ,m problema pensar en
el alma. Llamas existir a pensar; pensar, a
tener consciencia; tener consciencia, a erguirte sobre tu memoria
y la comprensión de tu mundo.
Pero, detrás de tu mundo, de tu memoria, de tu consciencia, de tu
pensamiento y de tu existencia, tú mismo estás,
fijo, inmóvil, clavado en un trono
de diamantes, quieto, terriblemente fijo, como dos pupilas
en una sola
mirada, como ser y no ser reunidos en
un único tormento.
Detente.
Sí. No
es necesario
que prosigamos hablando. Podemos mirar la
destrucción que nos circunda como un halo que Sufre al compás de nuestros
latidos. Mirar el horizonte abrasado por Los soles luminosos, los
que vibran, los que cantan armonías blancas y doradas. Ellos también existen.
Lilith,
no me hables de los
luminosos. Tu corazón desciende entre las
capas rojas del cielo y se detiene sobre mi frente. El
universo de tu cuerpo se deshace en torno mío. No hablemos de nada.
Ámame, solamente.
¿Dónde
quieres que te bese? ¿En la flor esparcida de
tus llantos? ¿En el
día confuso de tu pensamiento?
¿Entre las dalias de tus búsquedas
inacabables?
No, basta
de terror y de consagraciones inútiles. Si todo es una
permanencia inagotable, insustituible, pura, ¿para qué me ha sido
dada esta boca que no solamente sirve para
morder y besar? Si mi pensamiento no
puede añadir nada al mundo, ¿por qué me socava
desde dentro como una montaña de fuego? A veces, he
buscado los grandes cataclismos terrestres para perderme
en ellos, pero nunca he muerto todavía.
Has pronunciado
el gran secreto.
Bésame en la boca
con que lloro. Lilith. Lilith. Porque mi boca es mi
alma y también mi pensamiento. Porque mi boca
es la montaña de fuego sobre la que tú
apareces llena de flores salvajes.
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