martes, 2 de junio de 2020

Mi canto de descenso

Los ojos de la bestia me contemplan,

los ojos de mi hermano asesinado.

Y voy por esas calles de abandono

donde el agua resuena sordamente,

donde existen las sombras y los gritos

y dulces prostitutas, que gimen como pájaros

en sus blancas ventanas arrugadas.

 

Hay manchas de sangre en las paredes rotas

y verdes obstáculos de tibia ceniza

que surgen repentinos.

 

Los ojos de la bestia contemplan mi silencio,

mi desgraciada busca, mis manos destrozadas,

las telas que recubren mi música perdida

y este rumor lejano que cae desde la noche

sobre mi boca muerta.

hay manchas de sangre en los rincones sucios

y un gran lamento en donde el sueño insiste

y en donde insiste el odio y el cambio desolado.

Hay casas quemadas por el llanto

y adolescentes ciegos clavados en sus puertas

que no se cierran nunca y que siempre están cerradas.

Y voy por esas calles que la muerte moja

con mis rosas amargas y sonámbulas.

 


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