Ha llegado la hora de arrancarme los ojos
Mis cabezas cortadas me circundan
y los cangrejos rondan
junto a mi figura de basalto transparente
rayada por arterias de rubíes.
Una esfera blanquísima de plomo
divide el horizonte en dos mitades
sobre la gasa pálida del humo
y la afilada rueda de cuchillos.
Los senos son los ojos
y las torres simétricas
se elevan hasta el cielo
como unas blancas piernas de giganta
teñidas del azul que vierte el odio.
Murciélagos inmensos a lo lejos
esperan los despojos. Y la reina
del musgo se deshace junto al lago
donde el mercurio sueña con azufre.
Manos crucificadas se reparten
por plazas o por calles y jardines.
Aves descabezadas se han posado
en las negras barandas del abismo
. . .
Si la palabra puede ser poder
anhelo y oración siendo lo mismo,
que la aniquilación me espere
cuando termine con mi pulso mi ceniza.
No quiero ni perderme en el Urano
ni llegar a la paz, pero existiendo.
Que no transmigre nada de mi error,
que no queden partículas de mí.
Rechazo la belleza del abismo superior
como rechazo la hermosura
de una tierra que fuera el paraíso
o de un cielo infinito y absoluto.
Niego mi condición con mis dos ojos,
como niego mi luz y mi recuerdo,
como niego las obras de mis días
y mi propia existencia en este mundo.
Niego con mi presencia mi razón
y pido solamente la tiniebla
total, de nada ser para lo eterno
y de nada fingir con inscripciones.
Ello, yo te suplico que me escuches:
fuente de la energía y la materia.
Te suplico que quieras apartarme
del insomne torrente que suscitas,
DE TU AVALANCHA BLANCA DE
GALAXIAS.
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