sábado, 6 de junio de 2020

LOS RESTOS NEGROS



Ha llegado la hora de arrancarme los ojos



Mis cabezas cortadas me circundan

y los cangrejos rondan

junto a mi figura de basalto transparente

rayada por arterias de rubíes.



Una esfera blanquísima de plomo

divide el horizonte en dos mitades

sobre la gasa pálida del humo

y la afilada rueda de cuchillos.



Los senos son los ojos

y las torres simétricas

se elevan hasta el cielo

como unas blancas piernas de giganta

teñidas del azul que vierte el odio.



Murciélagos inmensos a lo lejos

esperan los despojos. Y la reina

del musgo se deshace junto al lago

donde el mercurio sueña con azufre.



Manos crucificadas se reparten

por plazas o por calles y jardines.

Aves descabezadas se han posado

en las negras barandas del abismo

. . .



Si la palabra puede ser poder

anhelo y oración siendo lo mismo,

que la aniquilación me espere

cuando termine con mi pulso mi ceniza.



No quiero ni perderme en el Urano

ni llegar a la paz, pero existiendo.

Que no transmigre nada de mi error,

que no queden partículas de mí.



Rechazo la belleza del abismo superior

como rechazo la hermosura

de una tierra que fuera el paraíso

o de un cielo infinito y absoluto.



Niego mi condición con mis dos ojos,

como niego mi luz y mi recuerdo,

como niego las obras de mis días

y mi propia existencia en este mundo.





Niego con mi presencia mi razón

y pido solamente la tiniebla

total, de nada ser para lo eterno

y de nada fingir con inscripciones.



Ello, yo te suplico que me escuches:

fuente de la energía y la materia.

Te suplico que quieras apartarme

del insomne torrente que suscitas,



DE TU AVALANCHA BLANCA DE

GALAXIAS.

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