miércoles, 3 de junio de 2020

DE HAMLET (1969)

 

Tiniebla  y claridad.  Ser y no ser unidos en lo gris donde la mezcla eleva su castillo sin sonido,

la castidad doliente de sus bozas.

 

En el oro,  lo negro se reviste de celeste fulgor  para acercar

su rostro hacia las alas de las aves que rozan las almenas de la niebla,

 

La mezcla nos confunde en su color de transparencias 

que se agregan sólo en superposición

de movimientos

y de inmovilidades desvariantes.

 

Las escaleras gimen cuando el alma desciende

por su sombra hacia la piedra,

o sube por su piedra hacia la sombra

que finge ser un ángel entre anillos.

La luz, la oscuridad, como el silencio,

o la palabra sorda de los siglos

entre las yuxtaposiciones de los tiempos

pensados o vividos solamente.

 

 

 

[...]

¿Cómo voy a perder Jo que no existe?

¿Perdería las nubes de las rocas?

¿los mares de las hierbas sollozadas?

 

Quiero. querer, quisiera. defenderte

del espacio que es tiempo,

del castillo que es polvo.

y de esa oscura torre

que repite tu dorada cabeza sin almenas

donde sueñas que existes y así existes.

 

Nadie puede llorar por mi no ser,

ni por mi padre muerto eternamente.

Mi padre no creó las alimañas

ni el cáncer, ni el cangrejo de tenazas

La Nada era su reino inacabable.

Dudo que me asemeje a su color

en los ojos del alma.

 

 

[...]

Vuelve a la claridad, amado príncipe.

¿Dónde están tus hermanos, tus amigos?

¿Dónde, Ofelia  y Laertes?

 

¿ Y dónde, todavía, está tu madre?

 

Mi madre es lo terrible: Ia caverna

de cieno que me empuja hacia otros cienos

que confundo con cielos.

Mi Madre es lo más triste: la siniestra

la dolorosa tierra que soporta

los abrazos frenéticos del tiempo,

del rey usurpador que erró el mundo

destruyendo la nada en sus raíces.

 

Señor, perdona  te pregunte.

 

¿Sobre el temblor terror de la cortina

y el grito de quien crees que muere?

 

Di.

 

 

Y tras hablar así

dejando que su cuerpo se perdiera

por una galería inolvidable,

Hamlet abrió la imagen de la niebla

y se deshizo en lívido  temblor,

como su cabellera rubia y gris.

mientras su traje negro sollozaba lleno de signos humeantes.

 

Mas su armadura ardiente de palabras

continuaba escribiendo y continúa.

 


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