sábado, 6 de junio de 2020

CORDERO DEL ABISMO



La tierra estaba verde como el cielo

y la resurrección en mis orillas

cantaba largamente sobre el valle.

Aquí hay un cuerpo muerto que respira,

hay un dulce desnudo que aparece

como las yerbas, débil y temblando.

El sol que se destroza allá reunido,

va removiendo este rumor de rosas.

Yo escucho la piedad en sus pupilas.

Y en las lejanas pedrerías verdes;

en las vegetaciones donde el día

sube como la luz de un mar reciente.

Aquí hay un cuerpo eterno que se rompe,

un estremecimiento que sacude

el corazón delgado de los aires.

Llega la boca misma de lo verde,

los pies de la esmeralda fugitiva.

Y los muros azules se derrumban.

Todo vierte un amor o unas violetas.

Los montes tienen gusto de manzana,

hasta del sufrimiento se hace un río.

Verdes peces circulan el abismo,

verdes árboles crecen y palpitan,

nubes verdes e inmensas pasan lentas.

Enamorados pájaros se encienden

sobre un calor callado que se estrecha

entre las mansas olas desplazadas.

Toda esta furia dulce estaba ausente;

como una momia de oro resucita

despedazada por el alba verde.

Aquí hay un cuerpo muerto que se mueve,

un grito de maíz, una palabra

escrita con la savia de los astros.



La tierra estará verde como el cielo

y la resurrección en mis orillas

cantará largamente estremecida.





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