Pero los dos hermanos, separados entre sí como la rosa y los excrementos,
como los pies y los ojos,
eran un solo hombre, una sola alma, un
solo ser, de cuyas dos mitades nacieron el cielo y el infierno
para volver a reunirse en la eternidad
de un momento cualquiera,
cuando se oye una canción y la ginebra
canta sobre la mesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario