Taladrado de pozos y torturas,
me muevo lentamente
hacia los restos
de tu recuerdo innumerable y rojo.
Contemplo las rosadas cataratas
con que me convertías en pedazos
de una materia sorda y olvidada.
Ya ni siquiera ruinas se levantan
entre las estaciones de un placer
sembrado de locura y crisantemos.
Ni los negros maderos de mi cuerpo
se pueden reagrupar en una forma
que asome su figura contra el mundo.
Yo soy el extirpado de los tiempos,
el arrancado en vilo de la vida.
Mi negación es tu rechazo mismo.
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