sábado, 6 de junio de 2020

Diosa...

Diosa, 

mi relación contigo no es de cielo, 

mi relación contigo no es de amor, 

mi relación contigo no es de fiel. 



Me aparte de tus fúnebres encantos 

y de las seducciones de la tumba, 

y del encaje negro que recubre 

la desnudez del cuerpo de la tierra. 



Diosa, 

me aparto de tus ojos de serpiente, 

me aparto de tu boca de cenizas, 

me aparto de tu vientre de oración. 



Yo todavía soy de oscuridad. 

Tus capas disonantes me recubren, 

pero las hojas blancas del ciprés 

me llaman.

PERSÉFONE - Fragmentos

La reina del infierno me ha mirado 

con su boca que nace entre pedazos 

de luz ensangrentada y envolvente. 



La reina del infierno me ha tocado 

con su mano de barro que se alarga 

por entre las raíces de lo muerto. 




La reina del infierno me permite 

moverme en sus estratos aplastados 

y besar sus espigas insensibles. 



La reina del infierno me conduce 

al campo en que las flores azuladas 

crecen, pero hacia abajo para siempre. 



La reina del infierno me ha quemado 

con sus brazos tan blancos como el odio 

que siento todavía al deshacerme. 


Lejos está la sombra que me mira... "Ocho Homenajes" 1972


Lejos está la sombra que me mira, 

perforadas montañas la circundan; 

hay olas escarlatas y se inundan 

las órbitas de todo cuanto gira. 



En sangre y resplandor flota la lira, 

las cuerdas y planetas se secundan 

y el orbe gemirá cuando se hundan. 

cabeza muerta que respira 



canta en mi corazón donde la sangre 

es el mar de sus ojos, de su boca. 

Una cabeza sola a la deriva. 



Quiero que mi tristeza se desangre, 

me quiero convenir en una roca; 

más que mi voz no yerta sobreviva. 



Ocho homenajes. 1972 

44 Sonetos de Amor 1971 - XXVIII

XXVIII 



Princesa prisionera de la nada, 

princesa prisionera de la suerte, 

princesa prisionera de la muerte, 

princesa del abismo en la mirada. 



Princesa de la noche de la espada, 

princesa de la noche de lo inerte, 

princesa de la noche que se vierte, 

princesa sin amor y enamorada. 



La luz de tu tristeza de princesa 

brilla en la claridad de este lamento, 

es luz que no comienza y que no cesa. 



La luz de tu belleza de princesa 

brilla en la eternidad de este momento; 

princesa del horror de ser princesa. 


44 sonetos de amor 1971 - IV

IV 



Eterna prisionera del momento, 

rosa dorada y sola en el desierto, 

si todo cuanto brilla fuera cierto, 

cierto fuera también mi pensamiento. 



Eterna mensajera del lamento azul 

que se levanta de lo yerto, 

¿por qué mi corazón, mi desconcierto 

quiere tu resplandor como elemento? 



Perdido entre las cruces 

y los cruces de caminos 

que surgen de lo incierto, 

tinieblas en mi voz ya son tus luces. 



Eterna adolescente del instante 

te buscaré en lo vivo y en lo muerto 

y encontraré tu rosa de diamante. 



El mar es un pedazo de cristal... ORFEO 1970

El mar es un pedazo de cristal 

bajo mis alas negras como el ciclo. 



Ya me olvidé del cuerpo y del color 

de las praderas suaves y humeantes. 



La luz es solamente la belleza. 



Mi lira está esperando en la galaxia 

y las flores devoran los volcanes. 



Cordillera de hielo canta y sírveme de apoyo. 



¿No ves que soy tu dios y me dirijo 

a mi ciudad de hierro transparente? 



Orfeo 1970 


Incendiaré mi pecho cuando el sol...

Incendiaré mi pecho cuando el sol 

estalle en mi cabeza de esmeralda. 

Quiero dejar mi cuerpo 

al borde negro de la tierra 

que tamo me maldice cuando niego su torso. 



Yo soy un ser humano a pesar mío 

y busco entre las ramas de mi ser 

la espiga de lo uránico fulgente, 

estridor silencioso entre las piedras. 



Nadie en la superficie del planeta 

quiere reconocerme diferente 

y sé que no soy otro 

entre los unos y que llevo 

una marca celestial en mis ojos dorados. 



Cuando ya mi presencia no persista 

acaso se verá lo que es tangencia 

en las opacas formas de mi estar prisionero 

de un orbe que me tiene 

hundido en su materia hasta los labios, 

Dejando deshacerse lo que en mí es árbol...

Dejando deshacerse lo que en mí es árbol, 

catarata. sol, pantera, 

empiezo a comprender mi claridad. 



Ni siquiera la pálida amatista 

puede significar lo que abandono 

al borde de la llama de mí mismo. 



Ni un cerco de diamante, ni el azul celeste 

se aproximan a quien arde 

donde el espacio ignora dimensiones. 



Si fui crucificado no me acuerdo, 

ni si me mutilaron previamente. 

Nadie puede llegar a donde estoy. 



y deshacerme al fin 

entre los trozos de mi conciencia 

abierta a su fulgor. 



Estar entre las llamas 

de un tejido naranja 

y sonrosado como el júbilo 

o ser sólo de sangre 

mientras rocas intentan 

persistir donde la nada. 



Pero pretendo estar donde mis sienes...

Pero pretendo estar donde mis sienes, 

vivir donde mis ojos lejanísimos, 

arder donde las rondas de los soles. 

Quiero descomponer cuanto consisto. 



La perfección eterna del dolor 

es repudiar la norma de mi ser, 

para seguir las luces desunidas 

que siembran de fulgores lo infinito. 



Y perderme en los campos de los cielos 

dejando el corazón en un altar 



de piedras humeantes y rojizas 

y restos de lamentos o de entrañas. 



Y estar muerte y seguir vivificado 

como una estatua ciega en movimiento, 

tropezando en los muros de las cosas, 

cayendo en los terrores y en las zanjas. 



Y no saber ni cuándo llegará 

con mi segunda muerte 

la dulzura de la tiniebla blanda como lienzo 

sobre el relieve lívido del rostro. 


Ya no recuerdo nada de tus dulzuras pétreas...

Ya no recuerdo nada de tus dulzuras pétreas, 

ni sé cómo era el grito de tus fuegos vivientes. 



Ya no puedo acordarme de la caverna roja, 

de la caverna negra, de la caverna blanca. 



Ya no sé si los cielos están bajo la tierra, 

ni recuerdo el vagido de las olas de encima. 



Ni reconozco el tacto de los tallos que crecen 

hacia la verde sombra de las profundidades. 



Ya perdí la corona con que me coronabas, 

las llamas y las rosas y el rumor de raíces. 



Ya no sé si mi sangre venida era tormento, 

ni si de lo sublime llovían las violetas. 



Ya no recuerdo nada de tu basalto blanco 

ni de tus precipicios de tersuras titánicas. 



Ya no recuerdo el sueño de tu dorado vientre 

donde suave erecto trigo carbonizado. 



¡Ya no recuerdo el orbe de tus montañas! 

ávidas irguiéndose tan cerca que aplastaban mi espíritu. 



Ya no recuerdo nada, Perséfone, 

y me alejo hacia el helado filo de una espada desnuda. 



Mi máscara es la lira: yo mato cuando canto, 

aunque esa muerte sea también mi propia muerte. 



Coronado de fuegos me redimo


Coronado de fuegos me redimo 

por entre los espinos de la noche 

total, que me acompaña desde dentro. 



Mis restos se asemejan 

a las letras de un alfabeto ignoto 

de otra edad perdida entre huracanes y pedruscos. 



Ya no queda de plata entre mis ruinas 

ni un delgado fragmento de pureza, 

ni un rayo que confirme lo que fue. 



flagelado por ascuas me abandono 

por entre los estratos del desierto 

que va siempre conmigo a todas partes. 





Y un ruido de martillos crepitantes 

circunda mis descensos 

en la lenta persecución que acerca mi final. 



Avanzo entre paredes desvariadas. 

entre lámparas negras sin sollozos, 

por entre pensamientos contrariados. 



Me redimo sin nunca redimirme, 

sin soñar esperanza ni perdón, 

oscurecido por un polvo tétrico. 



Perséfone, me olvido de tu voz, 

de tus conminaciones oceánicas. 

Tu imagen transparente ya no existe. 



Irse donde sin luz el resplandor...

Irse donde sin luz el resplandor 

se centre en un diamante dimanado, 

indemne corazón que no palpite. 



Irse detrás del muro del anhelo, 

al inoíble cántico silente: 

centro de la espiral de lo radiante. 



Irse a la soledad del todo junto 

en una sola llama de alabanza; 

a donde no haya bocas ni miradas. 



Irse a la espiga pálida del hierro, 

la sideral condensación del cielo, 

viendo como del no se eleva el sí. 

Pero aún puedo perderme como un vuelo

Pero aun puedo perderme como un vuelo 

y desatar los nudos de mis cánticos 

para sembrar la orilla del amor. 



De un amor sin materia ni contornos 

y sin definición ni conmociones. 

De un amor tenebroso como el cielo. 



Lleno de estrellas vivas me abriré 

a los helados campos ele los celes, 

a las hogueras blancas de los fúlgidos. 






Taladrado de pozos y torturas...

Taladrado de pozos y torturas, 

me muevo lentamente 

hacia los restos 

de tu recuerdo innumerable y rojo. 



Contemplo las rosadas cataratas 

con que me convertías en pedazos 

de una materia sorda y olvidada. 



Ya ni siquiera ruinas se levantan 

entre las estaciones de un placer 

sembrado de locura y crisantemos. 



Ni los negros maderos de mi cuerpo 

se pueden reagrupar en una forma 

que asome su figura contra el mundo. 



Yo soy el extirpado de los tiempos, 

el arrancado en vilo de la vida. 

Mi negación es tu rechazo mismo. 



Como un lago de sangre y de mercurio


Como un lago de sangre y de mercurio

tu luz se me aproxima desde el monte

partido en dos mitades por tu imagen.



Tu sexo de dragón se precipita

desde la negra roca del sepulcro

hacia las avalanchas de la vida.



Pero sólo es un sueño de colores,

con una tierra azul,

un mar dorado tornasolados hacia el fondo.






ORFEO

Niégate a ti mismo y síguete. J. E. C. 

A Eurídice-Perséfone 



Incierta renacida, ¿dónde está

la inmensa pesadumbre de tu manto

y el sello de tu reino subterráneo?



El azufre bebió todas tus lágrimas

y consumió tus párpados de vidrio

y tus hombros de seda mineral.



Ginandros de la sombra persistente,

¿dónde está tu belleza de colores?

El peso de la nada te sepulta.





En las raíces secas de tus siglos

y en tu corona de raíces muertas

rechinan los silencios de lo no.



Grabada en un estrato de pizarra,

precipicio asoman rus cabellos

de vegetal petrificado, yeso.



Y tu boca de plata enrojecida

ya sólo es de carbón

en la ceniza de tu rostro de brasa devorada.



Perséfone, ya nunca volverás

a la amarilla tierra de los brazos

con ramas y con mares en los ojos.



Ya nunca volverás a las estrellas,

ni siquiera a las brumas de lo gris

junto al violento mar que te rechaza.

LOS RESTOS NEGROS



Ha llegado la hora de arrancarme los ojos



Mis cabezas cortadas me circundan

y los cangrejos rondan

junto a mi figura de basalto transparente

rayada por arterias de rubíes.



Una esfera blanquísima de plomo

divide el horizonte en dos mitades

sobre la gasa pálida del humo

y la afilada rueda de cuchillos.



Los senos son los ojos

y las torres simétricas

se elevan hasta el cielo

como unas blancas piernas de giganta

teñidas del azul que vierte el odio.



Murciélagos inmensos a lo lejos

esperan los despojos. Y la reina

del musgo se deshace junto al lago

donde el mercurio sueña con azufre.



Manos crucificadas se reparten

por plazas o por calles y jardines.

Aves descabezadas se han posado

en las negras barandas del abismo

. . .



Si la palabra puede ser poder

anhelo y oración siendo lo mismo,

que la aniquilación me espere

cuando termine con mi pulso mi ceniza.



No quiero ni perderme en el Urano

ni llegar a la paz, pero existiendo.

Que no transmigre nada de mi error,

que no queden partículas de mí.



Rechazo la belleza del abismo superior

como rechazo la hermosura

de una tierra que fuera el paraíso

o de un cielo infinito y absoluto.



Niego mi condición con mis dos ojos,

como niego mi luz y mi recuerdo,

como niego las obras de mis días

y mi propia existencia en este mundo.





Niego con mi presencia mi razón

y pido solamente la tiniebla

total, de nada ser para lo eterno

y de nada fingir con inscripciones.



Ello, yo te suplico que me escuches:

fuente de la energía y la materia.

Te suplico que quieras apartarme

del insomne torrente que suscitas,



DE TU AVALANCHA BLANCA DE

GALAXIAS.

TE AMO, ETERNIDAD (DE "EL CORDERO")



Te amo, Eternidad. Ven fuego blanco

Que tiemblas en las cosas del abismo

Y vives dulcemente como un río.



Yo quiero deshacerme en tu ternura

Caído entre tus manos y tus labios,

Abierto ante el fulgor de la constancia.



Y quiero responder a tus palabras

Altas y silenciosamente erguidas,

O arder como las calmas subcelestes.



Como un lento rumor desmoronado,

Como una rueda obscura o destruida,

Estoy ante tu luz rosal e inmensa.



Apártame del negro monumento

Del profundo martirio de lo inerte,

O dime si también es alma todo.



Parcialmente conozco tu hermosura;

estás en lo que llamo lejanía,

Estás en los desiertos de mi pecho.



Estás en mi alegría más reciente:

Palacio moribundo de sonrisas,

Hiriéndome y cantándome. Te adoro.



En tus puras acacias transfiguro

Mi bárbara dulzura insostenible,

Mi externo desconcierto deshojado.



Eleva con mi voz los horizontes.

Te amo. Sí, te amo, bloque ardiente;

Purísima catástrofe de lirios.



Entre el llanto y la luz, ha sido dicho,

a pesar del silencio del espacio,

a pesar del desorden de lo herido,

a pesar del temblor del infortunio.

AL SEÑOR DE LOS CIELOS, ALABADLE



Al Señor de los Cielos, alabadle.



Alabad al Señor como los bosques.

Alabad al Señor como las fuentes.



Alabad al Señor como los vientos.

Alabad al Señor como los montes.



Alabad al Señor como las águilas.

Alabad al Señor como los hielos.



Alabad al Señor como las nubes.

Alabad al Señor como las llamas.



Alabad al Señor como las torres.

Alabad al Señor como las lanzas.



Alabad al Señor como los años.

Alabad al Señor como los siglos.



Alabad al Señor como los astros.

Alabad al Señor como los signos.



Alabad al Señor de los olivos

Alabad al Señor de los cristales



Alabad al Señor de los leones

Alabad al Señor de los horizonte



Alabad al Señor de las arenas

Alabad al Señor de los jacintos



Alabad al Señor de los pantanos

Alabad al Señor de las orquestas



Alabad al Señor de los oleajes

Alabad al Señor de las distancias



Alabad al Señor de los almendros

Alabad al Señor de los relámpago



Al Señor de los Cielos, alabadle

CORDERO DEL ABISMO



La tierra estaba verde como el cielo

y la resurrección en mis orillas

cantaba largamente sobre el valle.

Aquí hay un cuerpo muerto que respira,

hay un dulce desnudo que aparece

como las yerbas, débil y temblando.

El sol que se destroza allá reunido,

va removiendo este rumor de rosas.

Yo escucho la piedad en sus pupilas.

Y en las lejanas pedrerías verdes;

en las vegetaciones donde el día

sube como la luz de un mar reciente.

Aquí hay un cuerpo eterno que se rompe,

un estremecimiento que sacude

el corazón delgado de los aires.

Llega la boca misma de lo verde,

los pies de la esmeralda fugitiva.

Y los muros azules se derrumban.

Todo vierte un amor o unas violetas.

Los montes tienen gusto de manzana,

hasta del sufrimiento se hace un río.

Verdes peces circulan el abismo,

verdes árboles crecen y palpitan,

nubes verdes e inmensas pasan lentas.

Enamorados pájaros se encienden

sobre un calor callado que se estrecha

entre las mansas olas desplazadas.

Toda esta furia dulce estaba ausente;

como una momia de oro resucita

despedazada por el alba verde.

Aquí hay un cuerpo muerto que se mueve,

un grito de maíz, una palabra

escrita con la savia de los astros.



La tierra estará verde como el cielo

y la resurrección en mis orillas

cantará largamente estremecida.





EL CRISTO (Sí llamas, sí tinieblas, sí sollozos)



Sí, llamas. Sí, tinieblas. Sí, sollozos;

El Cristo.

Floresta fulgurante de amatistas,

celeste resplandor azul y blanco:

El Cristo.

Sobre un mar ciego de palomas rojas,

y el corazón sembrado de violetas:

El Cristo.

Con el sol y la Luna en los dos hombros,

entre el temblor de trigos desgraciados:

El Cristo.

Cordero del Abismo: centro y círculo,

pez infinito, pan despedazado:

El Cristo.

Almendro de cristal, red de rubíes,

esposo del espacio y de sus almas:

El Cristo.

Sí, llamas. Sí, tinieblas. Sí, sollozos;

El Cristo.

Aquí en la lejanía se levanta

un humo desolado y azulísimo

sobre un montón más triste de la tierra.

REY LAGARTO



Doncella de las luces de la luna,

luna del cielo gris de la doncella,

ninguna es tan dorada de tan bella,

bella como en la tierra no es ninguna.

Estrella del desierto, de la duna,

duna que brilla azul bajo la estrella.

sella tú mi misterio con la runa,

runa que con el fuego graba y sella.

Broche del firmamento de lo dentro,

dentro del firmamento claro broche,

mira como destruyo y desintegro

todo cuanto no es tú, fúlgido centro

negro en lo eternamente de la noche,

noche en lo eternamente de lo negro

miércoles, 3 de junio de 2020

DE «NON SERVIAM» (1972)

 

Como  una inmensidad tan denunciada

perdiéndose

y no llegando  nunca ni siquiera

a ser lo que suplica.

 

Dejándose las alas en los ojos, abriéndose,

desanudando rocas de las nubes,

cayendo por los rostros y los tiempos

y de la voz ignota a las palabras.

 

 

Lo múltiple es lo negro virginal propagando

su vaso centelleante y los zafiros  gritan,

mientras del crisantemo del espíritu


se evaden las siniestras esperanzas

de goces inauditos,

de torturas sublimes,

de aplastamientos verdes como soles.

 

 

Príncipe  del reverso de los ciclos,

lo oscuro me alimenta con sus fuegos

tan grises como yo.

 

Siempre vuelve la muerte a conocerme

y a perderme en la siembra innumerable

que fluctúa en los antros de lo eterno.

 


DE HOMENAJE A BÉCQUER (2.• VERSIÓN)


Y caer

las oscuras aquellas, las tupidas

como lágrimas.

 

Y caer

las ardientes, aquellas de rodillas

 

 

Sus nidos como lágrimas  del día.

Sus nidos. Sí, sus nidos.

 

 

De tu jardín absorto y de rodillas,

las palabr.as que el vuelo refrenaban.

 

Pero aquellas oscuras madreselvas,

pero aquellas tupidas golondrinas,

pero aquellas cuajadas de rocío.

 

 

[...)

 

Volverán del amor a tus cristales

aquellas como lágrimas del día

en tu jardín ardientes  a sonar,

y otra vez a la tarde las oscuras sus flores abrirán

 

 

Pero mudo y absorto de rocío,

como se adora el ala al contemplar y caer.

 

 

Las lágrimas ardientes a escalar,

las palabras cuajadas. las palabras.

 

Y caer, como nidos

de tu jardín absorto ante el altar.

 

Madreselvas, ardientes golondrinas,

aquellas madreselvas.

 

 

Tu corazón, aquellas. nidos, balcón.

aquellas, aquellas golondrinas.

 

Pero mudo y absorto, pero aquellas rodillas.

Rodillas, tapias, tapias.

 

 

[...]

 

Las oscuras, oscuras,

Lis tupidas, tupidas.

 

Pero mudo y absorto.

 

Golondrinas,

golondrinas

De tu jardin las tapias a sonar.

 

 

 

Mi dicha, corazón, las golondrinas,

de un jardín las tapias a escalar

y otra vez a la tarde, aún más hermosas

cuyas gotas mirábamos temblar,

pero aquellas cuajadas de rocío,

pero aquellas que el vuelo

refrenaban pero aquellas oscuras madreselvas ...

 

 

Volverán  del amor en tus rodillas

las gotas a caer,

pero aquellos  que el vuelo, las ardientes ...

 

En tus oídos. Mudo

y absorto, ¿volver.in?

¿Volverán  a escalar como se adora?

Nuestros nombres caer

como Lágrimas, tapias, desengáñate;

así no.

 

[...]

 

Golondrinas  palabras,

ardientes madreselvas.

 

Las tapias a sonar en tu balcón,

las oscuras. oscuras, las oscuras.

 

Pero como

de rodillas, absorto (las rodillas)

y caer, como Lágrimas del día, desengáñate

 

 

En tu balcón aquéllas, las tupidas,

pero ésas ...

 

 

¿Volverán?

 

Tu  corazón, de su profundo sueño

en tu balcón sus nidos a colgar.

 

¿Volverán?

 

 

[...]

 

 

Rocío  en tu balcón, pero las tapias, sus flores  de rodillas,

golondrinas, ardientes a escalar.

 

¿Volverán las oscuras?

 

Las oscuras palabras de las gotas,

las madreselvas de rocío  como rodillas.

¿Volverán las oscuras madreselvas?

 

Del día

rocío en tu balcón

y caer,

¿volverán?


DE DONDE NADA LO NUNCA NI, I Y II (1971) PROLOGO

 

Magia del corazón en que la magia

mezcla los alfabetos y cabellos

los desiertos cabellos y las letras

grabadas en las losas temblorosas

 

oculto sacramento mis tus ojos

lanzada de los labios al azul

en el helado blanco del triángulo

bajo la frente eterna de la frente

 

olas como sonidos de l:u olas

bajo las verdes hierbas de las hierbas

que de mi voz se elevan en mi voz

sueño de unas materias desunidas

 

cuerpo de claridad como tu cuerpo

ceñido por los ángeles de un bosque

de los ángeles que llevan un fulgor

bajo las nubes grises de lo gris

 

Bronwyn desconocido cisnes hablo

armadura candente no ya lucho

mío temblor de toda contención

nunca donde lo nada sólo ni


DE INGER STEVENS, «IN MEMORIAM» (1970)

 

Venid a mirar conmigo cómo era su extraña pureza

Muerta, un palacio de pltau sin llaves,

 Inger Stevens.


Muerta en la pregunta de tus ojos.

Muerta en la claridad de tu cuerpo.

Muerta entre tu boca y tus cabellos.

Muerta entre tus luces juveniles.

Muerta con sus suavidades rubias.

Mucn,1 con  tus tormentas ignotas.

Muerta con tu color de topacio.

Muerta con tus senos de jardín.

Muerta.  con tu frente de imposible.

Muerta con rus amarillas manos.

Muerta con tu sol desvanecido.

Muerta en las avenidas sin nadie.

Muerta en los cristales de otras casas.

Muerta sola de amor y abrazos.

Muerta de dar iodo siempre al nada.

Muerta de convicción, rosa muerta.

Muerta de lo absoluto del nunca.

Inger Stevens.

 

Una costa de amatistas áridas

junto al mar de doliente platino

sostiene tu recuerdo, lnger Stevens.

 

Repartida en el ciclo sonríes lnger,

y tus imágenes blancas

difunden una vida de tenue

transformación de eternidad pálida,

lnger Stevens, muerta. de llama, lnger,  lnger.

 

Muerta de corazón y de viento

Muerta de desnudo o de ramas.

Muerta de no ser del mundo rojo.

Muerta de buscar la espiral ida.

Muerta de abandonar tu belleza.

Muerta de no querer ser tocada.

Muerta de ver lo no permanecer

Muerta de no saber un camino.

Muerta  de no pensar en la roca.

Muerta de ya todo desdeñarlo.

Muerta de crisantemos azules.

Muerta  de ramos días diamantes.

Muerta de tantas noches caídas.

Muerta de un  herida por única.

Muerta con las estrellas violetas.

Muerta con las cenizas aladas.

Muerta con los labios infinitos.

Muerta con la muerte, los jazmines,

inger Stevens.

 

 

IV

 

Las palabras azules se pudren en los árboles,

las hierbas de la casa se alejan por el mar.

 Pero no todo es nada para la inmensidad,

ni esta esfera es acaso sino una sola sombra

 Paredes infinitas superponen sus ojos,

ráfagas de silencio se agregan al silencio.

 Se acercan los planetas y enormes rosas crecen

en los muebles oscuros que la vieron vivir.

 Crecientes dispersiones alejan sus destellos,

las cifras de su nombre deslíen su ma1cria.

 El  cementerio ruge bajo las telas sordas

y las cruces que arañan el firmamento roro.

 Todo cuanto es culpable se va como las joyas,

se va como los días, negro como los años.

 Masas de vidrio ardiendo se detienen en vilo

Y un huracán de rocas petrifica el océano.

 Doradas y distantes sus imágenes quedan

en extraños acordes de tiempos transformados.

 Venid a ver la losa con sus letras de llama;

ha muerto lnger Stevens, que lo sepan los ángeles.

 Ángeles de otro espacio con erras dimensiones,

de un absorto universo que es todo eternidad.

 De la ceniza crecen en ese mundo blancos

árboles de diamante con hojas de zafiro.

 Un palacio de plata sonrosada la espera

con su luz cegadora que nace del espíritu.

 lnger ya. está muy lejos de la tierra del hombre

 que musita alaridos cuando sueña el amor.

Venid a ver la losa con sus letras escritas

y comprobad su muerte donde los muertos reinan.

 Permitid que la mire con mis ojos de plomo,

que mercurio derrame bajo la ílor de Sirio

Permitid que me corte  las manos y la voz

junto al abismo grave que se encierra en sus alas.

 

 

LOS CIELOS YA SE  HAN IDO, NO TE CONTEMPLA

NADIE INGER STEVENS.