miércoles, 3 de junio de 2020

DE CUARTO CANTO DE LA VIDA MUERTA (1956)


Degollado

mi corazón todavía puede abrir los ojos

y emitir los sonidos que el ciclo sollozaría. Abierto

todavía respiro las grandes esperanzas azules

y verdes,

como en un siglo XIV donde está

la herida y el plomo de los sellos colgantes.

No puedo reconocer

los campos donde estaría al atardecer la dama,

ni el oro dorado y gris

me puede acompañar en estas noches quemadas

por la luz de otros astros que nadie ha dibujado.

Sin voz

aún puedo acercarme a la fuente.

Y a rastras

mojo mis manos lejanas,

mi frente cortada por los látigos,

mis palabras cosidas con un hilo de seda

entre los alfabetos, que aparecen al fin

al excavar los fondos,

los campos donde estaría la guerra de hierros,

donde mi estandarte negro con una lis roja

y mi boca de siempre estarían.

Degollado

mi corazón todavía puede mover los labios

y avergonzarse con cada amanecer

y con cada anochecer porque la Gran Corona c:ayó de mi frente.







(...]

De pronto, la mujer

roja se acerca por el campo negro con una campana,

con el cuerpo dorado como una campana. de bronce.

El ciclo precipita sus sombras descompuestas,

hilos de seda negra resquebrajan Ia tierra.

Busco

un agujero mío, solo;

una linea,

un movimiento fuera del espacio, un paso

a través de unas láminas de plomo,

a través de ventanas de ceniza o de muros,

por el fuego,

por debajo de los fondos del agua

por un aire que no existe ya.





La muerte abre los ojos,

abre sus ojos en mi corazón,

sus ojos daros

y violetas.

En mi corazón donde otro mar

despedaza sus anillos profundos.



Toda la presencia desplazada

que se aplaca en el fondo. esa mano

que se adelanta desde un pasado de agua verde,

ese murmullo de la voz que ha traspasado el silencio.



Los musgos y la tierra, los charcos

removidos por un agua de lluvia;

los surcos del dolor en la noche, bajo el mar

el movimiento oscilante de una aproximación incierta,

indecisa, inagotable.



La muerte abre la boca

y sus labios azules me rozan como miradas,

como las rosas negras que he perdido en el ciclo.

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