martes, 2 de junio de 2020

Tres poemas en prosa

 1

 

Un calor naranja rodea mi cuerpo reseco. Grandes edificios de madera pintada de verde se elevan entre las palmeras.

Yo canto una canción extraña en un idioma desconocido y en mis pies brilla la luz que aman los cocodrilos. Tal vez me

mandaron cortar la mano derecha, o posiblemente me fueron cercenadas las orejas, porque estoy muy triste.

Pido limosna entre otros mendigos.

  

2

 

El pueblo vive debajo del temblor. Cuando los árboles del veraneo flotan dulcemente en mi locura vuelvo a ver a las

tres hermanas, oigo los pasos del sol que vive detrás de los cortantes cañaverales y veo a las tres hermanas vestidas

de verde, rojo y amarillo, que nunca pude tocar con mis pequeñas manos. El paisaje humedece sus pesadas sombras.

Lentos ríos trasvasan la sangre. ¡Nunca pude ver sus desnudos sublimes!

  

3

 

En un gran establo, encadenados, los hombres estaban tristemente aparejados como bueyes. Nunca hablaban, a pesar

de que a veces los pájaros se posaban sobre sus hombros. Solamente tenían un horizonte: la pared.

El Hombre del Cuchillo pasaba periódicamente por el largo corredor e iba sacrificando víctimas. Ellos caían como grandes

bestias inocentes y no lanzaban ni un grito cuando el hierro perforaba sus cuellos. Así sucede


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