1
Un calor naranja rodea mi cuerpo
reseco. Grandes edificios de madera pintada de verde se elevan entre las
palmeras.
Yo canto una canción extraña en un
idioma desconocido y en mis pies brilla la luz que aman los cocodrilos. Tal vez
me
mandaron cortar la mano derecha, o
posiblemente me fueron cercenadas las orejas, porque estoy muy triste.
Pido limosna entre otros mendigos.
2
El pueblo vive debajo del temblor.
Cuando los árboles del veraneo flotan dulcemente en mi locura vuelvo a ver a
las
tres hermanas, oigo los pasos del
sol que vive detrás de los cortantes cañaverales y veo a las tres hermanas
vestidas
de verde, rojo y amarillo,
que nunca pude tocar con mis pequeñas manos. El paisaje humedece sus
pesadas sombras.
Lentos ríos trasvasan la sangre.
¡Nunca pude ver sus desnudos sublimes!
3
En un gran establo, encadenados, los
hombres estaban tristemente aparejados como bueyes. Nunca hablaban, a pesar
de que a veces los pájaros se posaban
sobre sus hombros. Solamente tenían un horizonte: la pared.
El Hombre del Cuchillo pasaba
periódicamente por el largo corredor e iba sacrificando víctimas. Ellos caían
como grandes
bestias inocentes y no lanzaban ni un
grito cuando el hierro perforaba sus cuellos. Así sucede
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