sábado, 6 de junio de 2020

ORFEO

Niégate a ti mismo y síguete. J. E. C. 

A Eurídice-Perséfone 



Incierta renacida, ¿dónde está

la inmensa pesadumbre de tu manto

y el sello de tu reino subterráneo?



El azufre bebió todas tus lágrimas

y consumió tus párpados de vidrio

y tus hombros de seda mineral.



Ginandros de la sombra persistente,

¿dónde está tu belleza de colores?

El peso de la nada te sepulta.





En las raíces secas de tus siglos

y en tu corona de raíces muertas

rechinan los silencios de lo no.



Grabada en un estrato de pizarra,

precipicio asoman rus cabellos

de vegetal petrificado, yeso.



Y tu boca de plata enrojecida

ya sólo es de carbón

en la ceniza de tu rostro de brasa devorada.



Perséfone, ya nunca volverás

a la amarilla tierra de los brazos

con ramas y con mares en los ojos.



Ya nunca volverás a las estrellas,

ni siquiera a las brumas de lo gris

junto al violento mar que te rechaza.

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