El calor de los cielos deshace las ventanas,
destruye las palabras de sombras
vegetales,
el agua de las blancas cisternas
donde nacen los dolores azules como
peces de olvido.
No queda sino tierra de cal
indestructible,
invasión de cercanos despliegues que
separan la luz
de sus constantes destinos hechos
fuego.
Sobre cielos y telas se agitan las
montañas.
Cuando de tu figura te separas y
vienes
llena de barro joven confundido de
rosas,
oigo tibios balidos en el seco
horizonte
donde estoy esperando los rayos que no
llegan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario