miércoles, 3 de junio de 2020
DE TERCER CANTO DE LA VIDA MUERTA (1954)
Llevo lacre en la boca de mis años,
cajas llenas de sangre entre los ojos.
Y un instrumento muerto me aproxima
su música tenaz, su aspecto grave.
He visto los lugares de la dicha,
los rincones del odio y del deseo,
las calles donde un hombre alucinado
busca, sin recobrarlo, su destino.
Parad todas las sombras que se mueven;
estamos entre rosas al final
y todo este concierto transparente
no cabe en una página abrasada.
Muerte de estar muriendo en las dos cajas.
El abandono azul al mediodía
Hierros sobre mi boca desgarrada
de la que cuelga sangre transparente.
Dama de mi razón, dama de sombra,
ausencia de mi espacio y mi costado
me arrancaría el alma de los ojos
la música al fondo del latido.
Toda mi soledad se me adelanta
me construye ciudades de aire muerto;
allí residiré mientras las hojas
del ciclo se desprendan y me cubran.
¡Ay!, qué terrible lago de extensiones:
las campanas sollozan por mis brazos,
las páginas ardientes se extenúan
y iodo es lejanía en mi interior
de cristal destrozado.
Deja que le contemple
ciudad de mi dolor
palabra de mi ciclo
respuesta de jardín.
Deja que me desnude
a tu luz de diamante,
A la escarcha rojiza
de tu mirada negra
Deja que no me muera,
porque aún quiero quererte
con mis siete cabezas,
con mis cien corazones.
A veces profundizo en una China
puramente interior pero que tiene de común
con la otra el laberinto
de una luz. misteriosa y desgarrada.
Te busco entre faroles de colores,
entre rojos dragones y mendigos
que tocan una música muy triste;
te busco entre palabras que me has dicho.
Mi China se estremece como el fuego
y se rompe en montones de cristal.
De mis manos heridas nacen alas
y te miro volar sobre mis cielos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario